Seguramente, en más de una oportunidad, ustedes se han referido a una mujer como una histérica. Yo lo he hecho y mis hermanos también conmigo, pero recién hace unos días me enteré de lo que esa palabra realmente significa.
Todo empezó cuando uno de los chicos con los que trabajó me asignó dicho calificativo y enseguida otro agregó: “¿Sabías que la palabra ‘histeria’ proviene de un vocablo griego que significa útero?”. Díganme ignorante si quieren, pero no lo sabía y ni tenía idea de todo lo que averigüé después…
Resulta que, efectivamente, ‘histeria’ viene del griego ‘hyster’, que significa útero. De hecho, desde la antigüedad hasta mediados del siglo XIX, el término era utilizado para referirse a una enfermedad propia de las mujeres, justamente causada por desarreglos en el mencionado órgano. ¿Los síntomas? Trastornos psicológicos, caos y crisis nerviosas.
Típica imagen de una errada personalidad histérica
Una mujer histérica era una persona enferma, fuera de control, irritable y gritona. Pero ¿cuál era la causa de esta enfermedad? Pues nada más y nada menos –y que conste que esto lo dijo Galeno- la falta de placer sexual. Ojo, no la falta de sexo, sino de orgasmos, de satisfacción.
Entonces, creo que la conclusión es clara: originalmente, una histérica era una mujer ávida por saciar su libido (lo que vulgarmente se llama “aguantada”), que no alcanzaba el clímax desde hacía tiempo (tal vez nunca), que por alguna u otra razón no gozaba en la cama y que, por lo tanto, vivía sexualmente reprimida.
Como toda enfermedad, esta también tenía un tratamiento, el que, como se desprende de un razonamiento lógico simple, buscaba que las histéricas obtengan el tan necesario placer. ¿Y cómo se lograba eso en aquella época pacata en la que la mayoría de los hombres –sino todos- poco o nada se preocupaban por satisfacer a sus parejas? (Recuerden que el machismo y la extrema religiosidad imperaban en muchas sociedades por lo que el sexo era visto solo como un medio de reproducción) Pues era simple: acudían al médico para que este realice masajes al clítoris –cosa que él previamente recetaba al diagnosticar la “enfermedad”- hasta que la “paciente” alcanzara el éxtasis orgásmico.
No se rían. No es broma. Eso era lo que, en ese entonces, los doctores recomendaban tanto a mujeres casadas como a vírgenes y ¡hasta monjas!
Como era de esperarse, el descubrimiento de ese placer fue un boom entre las señoras y señoritas por lo que pronto esas visitas al consultorio médico se volvieron toda una moda.
Qué contradictorio, ¿verdad? La sociedad era tan cucufata que una mujer, cuando tenía relaciones con su marido, no podía decirle qué la excitaba, pero, por otro lado, los hombres, a pesar de su machismo, no tenían ningún problema en solventar la nueva “distracción” de sus señoras.
Ahora que lo pienso, creo que así se lavaban las manos y se olvidaban del problema que su falta de atención y dedicación sexual ocasionaba. ¡Qué loco!
Ahora, ustedes varones, pensarán que los médicos de esa época fueron unos suertudos y que se ganaron con todas las damas. Bueno, al parecer ellos no pensaban así. La demanda se volvió tanta y el trabajo tan tedioso que esa situación fue lo que motivó a que se inventara el primer vibrador del mundo: una máquina que hiciera el trabajo por ellos.
La historia y la evolución del vibrador es otra y no es el tema de este post. Solo quería compartir ustedes el verdadero significado de la palabra “histeria” e “histérica”, algo que realmente me causó mucha gracia.
¿Ahora son conscientes de lo que realmente le están diciendo a una persona cuando la acusan de histérica? (De hecho, yo la utilizo con algo de regularidad y en género masculino para referirme a una persona en extremo renegona) Qué diferencia entre el concepto que muchos tienen ahora al original, ¿cierto?
Les apuesto a que ahora lo pensarán dos veces antes de utilizar esta palabra de nuevo. O, en todo caso, cuando la digan, no será con la misma intención de antes.
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